300 El origen de un imperio
Artemisia: “¿Qué me llevo pá la guerra?”
Teléfono…
Artemisia: ¿Mari?
Mari: Sí. ¿Quién es?
A: Cari, escucha. Que me voy pá la guerra.
M: ¿Otra vez? Chiquilla, de verdad. ¡Qué trabajo el tuyo! ¡Te
tienen explotá! ¿No te cogías ahora las vacaciones?
A: Está la cosa “mú” mala, Mari. A ver quién le dice a Xerxes que
no.
Bueno, a lo que voy. ¿Qué me llevo? Es que
“ma cogío” el entretiempo y estoy que no sé, vamos.
M: Ya, ya… Es normal, sí.
Llévateee… ¡Ay! El vestido dorado tuyo,
así que te hace un pecho monísimo…
A: ¡Si voy a la guerra, Mari! No estoy yo cómoda con esa ropa ni
“ná”.
M: ¡Qué sí! ¡Y ese del cuello caballito de mar por un lado que
estás guapísima con ese!
A: Mari, hija, si lo llevo a saber no te llamo porque…
M: Y pá la batalla final, porque habrá una batalla final, eso es
así, pues ya te llevas el corsé este de los pinchos en la espalda ¡qué te hace
un “tipín” también que vamos!
Además, que por un lado impones
mucho. Que te viene a ti mú bien. Y por otro, te recoloca bien las vértebras
que eres tu mucho de problemas de espalda y no te me cuidas nada.
A: ¿Pero …?
M: Y ya, pá por la noche, te llevas una rebequita por si refresca.
A: Yo es que… voy a luchar y tal, … ¿sabes? …
M: Y que no se te olviden las GHD. Que tu eres de pelo tosco y con
la humedad de la mar pues ya me dirás.
A: Pero si enchufes allí …
M: Bueno guapa. Te voy a tener que dejar, ¡eh! Que me vuelven ahora
los chiquillos del colegio y me pillan sin almuerzo.
Venga, ¡a cuidarse!